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El viernes pasado tuve mi primer encuentro con el mundo del crimen y el delito aquí en la Perla del Oriente. No te preocupes madre, que la cosa acaba bien y fue bastante gracioso en el fondo.

Venía yo muy contenta de tomarme una cerveza en el ghetto internacional de Yongkang Lu (un sitio curioso que merece un post aparte) con el Sr. Creus y el Sr. Muñoz, pensando en cenar algo si Pablo Laopan estaba despierto y en lo mucho que me agobia tener que coger el metro en Rénmín Guǎngchǎng  (también conocida como People Square, y en círculos hispanohablantes como La Plaza del Pueblo, en honor al mítico tema de Tequila).

Para poneros en situación: el intercambiador de People Square es un asco de sitio, espantosamente grande, muy mal diseñado y lleno de gente con una prisa horrible. Recuerda una barbaridad a los hormigueros furiosos de Cuando ruge la marabunta, pero en deprimente y con empujones de los que duelen. Yo por no tener que pasar por allí pago dinero, o al menos me desvío un par de estaciones para coger la línea 3, que está mucho menos frecuentada y además no es subterránea (y esto si te gusta leer y los paisajes de rascacielos envueltos en niebla y neones siempre es un plus), pero se acercaban las once de la noche, que es cuando el metro se convierte aquí en calabaza, y como no me la quería jugar,  me decidí a coger la línea 8 en People Square.

Y allí estaba yo, en el andén del metro, rodeada por otras mil personas con ganas de llegar a su casa, comiéndome empujones con el bolso al hombro. Consigo introducirme en el vagón, me doy la vuelta y me encuentro el siguiente cuadro: 

Un tipo, en la segunda fila de chinos ansiosos por subir al vagón, sustraía con infinita delicadeza, cuidado y absoluta concentración, mi preciado monedero del bolso. Dada la naturaleza del monedero (enorme y lleno de lentejuelas negras), la mano contorsionada por encima de todas las cabezas orientales, la cara de estar operando a corazón abierto y sobre todo la velocidad de grabación hiperlenta, como a 240 fotogramas por segundo, del evento, resultaba todo más bien ridículo.

Pero me estaban robando, y reaccioné… Muy despacito, con la misma calma pasmosa, le quité el monedero de la mano, lo guardé en el bolso, sonreí y le dije a grito pelado, en perfecto y sonoro castellano:

– PEEEEEEERO TÚ DE QUE VAS, LADRÓN, PAYASO, DESGRACIADO. TE VOY A MATAR!

Una chica que iba a mi lado puso una cara tal que así:

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El tipo se retiró muy lentamente, las puertas del metro se cerraron y le dije a la chica

-¿PERO TU HAS VISTO QUE CARA MAS DURA? ESTO ES INCREIBLE.

Y ella hizo otra vez

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Supongo que habréis oido mil veces esa frase de Carlos I de Xībānyá y V de Déguó : «Hablo en italiano con los embajadores; en francés, con las mujeres; en alemán con los soldados; en inglés con los caballos y en español con Crom.» El Xibanyol también es perfecto para insultar a ladrones y quejarse, os lo puedo jurar.

Aquí el cuerpo del delito

 


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Tengo que reconocer que la primera vez que me robaron en Madrid, por muy estúpido que os parezca el comentario, me hizo cierta ilusión, por motivos de integración principalmente, que te roben la cartera en Madrid es casi un rito de iniciación. También una putada, obviamente, pero no conozco a ningún madrileño que no haya sido atracado, robado o perseguido por skinheads o miembros de otras tribus mas o menos descerebradas y que no lo cuente con cierto orgullo callejero, o al menos como una anécdota graciosa (algunas realmente muy graciosas) sin ningún tipo de drama de por medio. Citando a un amigo mío, «…Antes aquí el chandal de yonki era como el traje regional.»

Sin embargo, que te roben la cartera en una ciudad en la que la policía viaja en carritos de golf, es definitivamente de panoli, Laowai culogordo tenía que ser, aunque hasta cierto punto, que haya sido a cámara lenta, con lentejuelas de por medio y sobre todo que haya pillado in fraganti al infractor, restaura de alguna manera mis puntos de autoestima y la cosa se queda más o menos como estaba.

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El Vórtice del Mal es un sitio enorme, limpísimo, laberíntico y totalmente sobreiluminado. Consta de dos edificios unidos por una pasarela, varias escaleras mecánicas y seis plantas llenas de tiendas de ropa, cositas de regalo y restaurantes diversos. Es muy fácil perderse, al menos a mi me lo resulta, aunque la horda de jovencitas que se mueven por allí cogidas del brazo y soltando risitas, parece saber perfectamente de donde viene y a donde va y eso lo hace todo un poco más desconcertante de lo que debería. Tarde casi una hora en llegar a la tienda de lencería numero 2.

Después de la experiencia no cimmeria en la tienda número 1, el fiasco del examen y la caminata en el Vórtice no estaba precisamente en mi mejor momento. Me sentía como un topillo cegado por las luces quirúrgicas del Vórtice, desorientado, sudoroso y agotado, con los ojos como platos y agarrada penosamente a mi brick de leche pasteurizada. Me introduje en la tienda sin demasiadas esperanzas e intentando pasar desapercibida.

Esto por supuesto, es una estupidez. Haga lo que haga aquí canto más que un pulpo en un garaje y además la tienda estaba vacía, así que llamaba bastante la atención. Las cuatro dependientas de la tienda, sonrientes y uniformadas de rosa, me fueron rodeando estratégicamente en cuanto puse un pie dentro.

Para que os hagáis una idea, el sitio recordaba un montón a las escenas de abducción de las películas: blanco inmaculado, luz desconcertante y un montón de sujetadores y culottes flotando ante mis ojos como alzados por una mano invisible (en realidad eran soportes transparentes, pero la luz intensa los hacía casi imperceptibles). Daba un poco de miedo.

En uno de los laterales de la tienda había unos cuantos sujetadores aceptables (de algodón, lisos) con un cartel encima que ponía “16” y me dirigí hacia allí intentando evitar el contacto visual con las dependientas, que me rondaban como chacales hambrientos. La talla más pequeña era una 60B, la más grande una 85B. Suspiré y me dirigía a una de las dependientas con gesto esperanzado y sonriente y el móvil en la mano:

– Zhe ke 95B?

– …

Se me quedó mirando como si le hubiese preguntado si vendían unicornios, y negó con la cabeza casi ofendida. Me hizo con la mano el gesto internacional de espera, espera… se dirigió hacia el otro lado de la tienda y desplegó ante mis ojos el Sujetador Más Feo Jamás Creado.

En serio, era una cosa horrible: emballenado, enorme, de color carne y negro, con doble capa de encajes y un lacito rematado con un brillante falso entre las dos copas. Un producto de una mente enferma, un hijo lencero y desquiciado de Los Señores del Acero y las Chicas de Oro, un auténtico horror.

Y allí estaba la dependienta de rosa, expectante, con aquel espanto entre las manos y la sonrisa profesional congelada en el rostro. Piensa, piensa tia, tienes que salir de aquí, antes de que te pongan el chip de rastreo y te encasqueten La Abominación en una bolsita de cartón. Que a ti las figuras uniformadas te imponen mucho y ya sabemos todos como acaban estas cosas.

– Estoooo…. Wo zou ATM machine ok?

– Kei, kei, ATM Machine

Y ante mi sorpresa, una de las dependientas abductoras insistió en acompañarme al cajero automático, dinamitando toda posibilidad de huida. Fue sonriendo todo el camino y haciendo bueno aquello de “con mano de hierro en guante de seda”, que tan bien describe a los oligarcas sudamericanos y xipanyoles.

A la vuelta del cajero ya me había dado por vencida y me había resignado a comprar El Horror. Esto era un cástigo de Crom por lo del templo taoísta, sin duda. Figuras de autoridad, centros comerciales y lencería suicida, estaba todo clarísimo. Malditos paganos, no-barbaros, no vuelvo a pisar un templo de estos, lo juro.

Ya en la tienda, hice otro patético esfuerzo por huir. No muy convencida, señalé El Innombrable y pregunté:

– Hei?

No, negro no tenían. Solo rojo, combo carne/negro y morado. Señalé el morado hundida en la miseria, ya totalmente resignada.

– Kei… 95B?

Me miro de arriba abajo y sacó la cinta métrica. Subí los brazos, hizo un par de mediciones sobre y sub mamarias y me dijo, o eso creo, que de 95B nada de nada.

– SI, SI 95B!!!!!

Bastante tenía con tener que comprarme aquella cosa horrible, como para que encima me diesen un sujetador pequeño, o Crom no lo quiera, todavía más grande, que bastante tenemos con lo que tenemos. Me pasó la 95B no muy convencida y me metí en el probador, para asegurarme.

A los dos minutos justos, cuando me acababa de quitar el jersey y la camiseta del Metal Gear, se abrió la puerta de par en par con dos dependientas detrás. No creáis que la cerraron apresuradas diciendo “huy perdona” ni nada de eso. Entraron en el probador y me abrocharon ellas mismas el sujetador. Me intriga sobremanera saber que harán en las tiendas de ropa interior de caballero.

Efectivamente no era mi talla. La medida sobremamaria era correcta, pero la submamaria no y las copas se me clavaban en los sobacos. Me lo quitaron, y allí me quede, en tetas, mientras parloteaban entre ellas. Cerraron la puerta y estuve unos minutos esperando un Innombrable Abismo de mi talla exacta.

No me da vergüenza que me vean desnuda, hago topless sin problemas y me gustan las playas nudistas, pero normalmente cuando alguien me ve sin ropa es porque yo he decidido quitármela. La experiencia de verme vestida y desvestida por desconocidas uniformadas era algo totalmente nuevo para mi, para nada desagradable pero desde luego un tanto extraño. Los caminos de Crom son inescrutables.

Al rato volvieron otras dos dependientas distintas con un Espanto Infernal que ahora si, se ajustaba como un guante. Se reían mucho y sospecho que se estaban turnando para ver de cerca unos lechoncitos laowais bien puestos y desafiantes, talla exacta 90C y os confesaré que me hizo mucha gracia y hasta ilusión. Hay veces que la vanidad me puede completamente.

El caso es que a los dos o tres días tuve que volver al Carrefour del Vórtice a por aceite y le estuve echando un vistazo a la sección de lencería. Allí encontré el reverso tenebroso del Abismo: un sujetador de mi talla, blanco, con el corte exacto de los que llevaban las tipas de la Sección Femenina en la posguerra española. Como solo costaba 5 yuanes, me lo compré muerta de risa, así que ahora tengo no uno, sino dos sujetadores chinos a cual más feo: El Espanto Acorazado, que puedo usar sin problemas para parar las pelotas de goma de las manifestaciones, si algún día vuelvo a Madrid; y el Abismo Light, que haría las delicias de cualquier revisionista de la Guerra Civil que se precie. Bien por mí.

He aprendido a decir esperar y jubilado feliz

Esperar: 等待/Děngdài/tengtai

Jubilado feliz: 高兴退休/Gāoxìng Tuìxiū/ caotsing thuisiu

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Ghost Dog, The way of samurai, (Jim Jarmush 1999) Que se puede decir de esta maravilla que no se haya dicho ya: una banda sonora exquisita, Forest Whitaker más molón y silencioso que nunca, citas del Hagakure, mafiosos italianos imitando a Flavor Flav… Una delicia que podeis descargar aquí

ImagenHe pasado la Nochevieja en la inmejorable compañía de Roman Polansky, Cienporcienporcino y un delicioso steak tartar de medio kilo. Podéis descargaros este clásico retorcido y decadente aquí.

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Todo indica que durante este 2013 nos va a tocar, a ratos el papel de superheroe atípico, y a ratos el de fumador optimista armado de paciencia, como los que dibuja Yeung Hok Tak. Podéis ver una pequeña muestra de su cómic How blue was my valley aquí.

ImagenArcadia (Le Couperet, 2005)

Después de tres años en paro, Bruno, un alto ejecutivo de la industria papelera, decide pasar a la acción y conquistar el puesto de sus sueños. Una comedia negra de Costa-Gavras sobre la competitividad laboral en la gran empresa. Podéis descargar el torrent de la versión subtitulada al español aquí.

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Las nieves del Kilimanjaro (Les neiges du Kilimandjaro, 2001)

Robert Guédiguian asoma a una pareja de sindicalistas jubilados al lado más cruel de la precariedad laboral. Para ver online subtitulada al español aquí.

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Como en la vida es igual de importante saber de donde se viene como saber a dónde se va, hoy vamos a promocionar producto de la tierrina. Pasen y vean el blog de Javi Guerrero, y recuerden que este año me he portado muy bien, por si alguien se enrolla y le da por regalarme «Mi Marisa es un ángel»

ImagenMr. Death, the rise and fall of Fred A. Leuchter (Errol Morris, 1999) Fred Leuchter parece un tipo totalmente normal, sin embargo, bajo su amable y cafeinómana apariencia se esconde el creador de la máquina de inyección letal y el introductor de grandes mejoras en el ámbito de la ingeniería de la muerte. Firme defensor de la pena capital y un enamorado de su trabajo, fumaba seis paquetes de tabaco al día y su celo profesional le acabó llevando a asesorar a grupos de negacionistas del Holocausto, a ver con quien os juntais, friquis. Podéis ver esta joya del documental online en Naranjas de Hiroshima

Revisitando viejos éxitos, esta semana voy a ver la segunda temporada de Riget, la divertida aventura televisivo-paranormal de Lars Von Trier (a años luz de la versión de Stephen King para el mercado americano, por cierto) que la tenía pendiente desde hace tiempo. Lo mejor: el Dr. Helmer y las despedidas de Lars vestido de smoking Podéis descargar la serie completa en VOSE desde aquí)

Tremendo!